¿Te resulta extraña esta imagen?

¿Te resulta extraña esta imagen?

¿A cuántos de los que estamos aquí ahora, leyendo estas palabras, nos parece que algo chirría en esta imagen? ¿No os parece que en raras ocasiones encontramos maridada una hamburguesa con un vino?
Quizás es momento de plantearnos por qué no salimos de la comodidad de nuestros consumidores habituales y nos ponemos por delante experiencias disruptivas para nosotros y, por supuesto, para el consumidor. 

Contamos con herramientas, consumidores y tiempo. Just do it 

¿Cuántas veces has acompañado una buena hamburguesa con un vino? Dicho así, tampoco es tan raro, ¿no? 

Los chicos de burgerfacts te explican en un divertido video cuáles pueden ser las sensaciones de dicha unión.


La pasada semana tuvo lugar el Wine Innovation Summit, un evento virtual con foco en la innovación de la industria vitivinícola. 



Reconozco que no todas las ponencias me parecieron “innovadoras” pero, lo que sí es cierto, es que, como señalaba el creador de la manzana mordida, de todas las clases podemos sacar cosas útiles que nos despierten algún locus del cerebro que aún teníamos dormido. Y a mi se me despertó una parte del mío cuando vi la imagen de arriba. Bueno, a decir verdad, se me despertó un poco antes, cuando vi esta otra:


El equipo de Equifax, una compañía global de datos, analytics y tecnología, mostró parte de un estudio que habían realizado acerca del consumidor de vino. Y, entre las distintas diapositivas que mostraron, esta me pareció muy gráfica.


La imagen muestra algo que seguramente ya sabíamos, pero que no está de más recordar con los datos así, ordenaditos. Y es que, el vino nos va gustando más cuanto más mayores nos hacemos, en detrimento del consumo de cerveza (perfecto, lo tendremos en mente. Seguimos...).


Sin embargo, en el rango de edad que más vino se consume (mayores de 65 años), no deja de ser poco más de un tercio (numérico, y no de los de su competidora), frente a algo menos del tercio en el caso de la cerveza. Para esta, su menor dato. Es decir, el 35% de consumo para el vino es su mejor dato frente al 29% como peor dato para la cerveza. Por lo tanto, aún estamos muy lejos de llegar a tener una parte importante del pastel que tenemos fuera.


Y, aunque esto nos parezca un dato negativo (que lo es), es trasfondo de esta gráfica es que tenemos mucho recorrido por delante, mucho potencial que exprimir y mucho trabajo por hacer. 


Desde hace mucho venimos hablando de la necesidad de utilizar la Inteligencia Artificial en nuestro sector. Que tanto el campo, como la bodega y la comercialización del vino deben armonizarse con los nuevos mercados y, sobre todo, deben acoger los avances tecnológicos con gran énfasis, ya que nos ayudarán sobremanera a la hora de optimizar los recursos de que disponemos, a mejorar la calidad de nuestras materias primas y productos terminados, a homogeneizar y mejorar la calidad de nuestros vinos amortiguando el efecto climatológico o a estudiar nuestro mercado, conocer sus gustos y necesidades y hacer un plan de comercialización optimizado con un objetivo claro. 


Y la IA no tiene porqué ser tecnología directa de la NASA (o sí). Nos basta con conocer aplicaciones de toma de datos y gestión de los mismos (que cada vez son más y están mejor desarrolladas) o tecnologías de comunicación interna y con el mercado. Pero, sobre todo,  nos basta con tener inquietud por conocer todos los factores que mueven nuestra industria y tratar de buscar su conocimiento poco a poco. Desde la recopilación de datos climatológicos o edafológicos de nuestro viñedo hasta las analíticas de nuestros vinos, los rendimientos de nuestros equipos (humanos y materiales) o los gustos y aficiones de nuestros compradores finales.


En el momento en el que nos encontramos, no nos queda otra que exprimirnos la cabeza y adaptarnos enormemente a esta nueva situación impuesta por las circunstancias para poder seguir con nuestra actividad. Y esto pasa por conocer bien a nuestros consumidores y, sobre todo, por conocer muy bien a nuestros NO consumidores. ¿Por qué no nos consumen? ¿qué buscan en otras bebidas que no se lo está ofreciendo el vino? ¿cuándo, cómo y dónde consumen? ¿cuáles son los gustos de estos no consumidores de vino? ¿qué les atrae? ¿por dónde se mueven? ¿en qué invierten su tiempo de ocio? … y un largo etcétera. 


Y es entonces cuando me pareció una genial idea la propuesta de burgerfacts con la que abro este post. ¿Por qué no se potencia un consumo de vino más terrenal? Se trata de acercar el vino al consumidor, no de hacerlo tan celestial que llegue a ser inalcanzable por unos o inapetente por desinterés por otros. 


Además, hemos de tener claro que la pandemia ha venido para generar cambios en los hábitos de consumo y que van a quedarse largo tiempo entre nosotros. Y esto puede ser muy positivo, ya que nos sitúa a todos en un punto de salida común para reinventarnos y adoptar nuevas formas de conocernos, entendernos y atraernos. 


Tenemos numerosas herramientas a nuestro alcance, muchos consumidores ávidos de probar cosas nuevas constantemente y, por desgracia (o por fortuna), más tiempo para poner en marcha nuevas formas de adaptación.


Vamos a sacar ventaja de todo esto y tratemos de reinventarnos más y mejor. 


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